Este curso recordamos una fecha significativa de nuestra historia como lasalianos: Juan Bautista de La Salle muere en Ruán, en la casa de San Yon, el 7 de abril de 1719. Hace, pues, 300 años de su encuentro con el Padre, y de aquel momento postrero donde se dejó en sus manos como había vivido toda su vida: “Adoro en todo la voluntad de Dios en mi vida.”
No recordamos el momento en sí como una celebración que pretende echar la vista atrás, quedarse complacientemente en un pasado lejano, quizá olvidado o envuelto en la melancolía de los ayeres familiares. Este recuerdo por el contrario lo vivimos como un momento inmenso de vida, de aliento, de empuje en nuestro modo de ser y vivir como seres humanos, seguidores de Jesús con un estilo carismático recibido del Espíritu a través de la figura de Juan Bautista de La Salle y, posteriormente, de tantos Hermanos y lasalianos a lo largo de estos fecundos 300 años.
De entrada, hablar de 300 años es hablar de fidelidad. De un proyecto que ha perdurado en el tiempo, a lo largo de avatares y vicisitudes y que se ha mantenido fiel a su espíritu (la educación humana y cristiana de niños y jóvenes, especialmente de los pobres) gracias al esfuerzo de una comunidad volcada en darle consistencia y veracidad a dicho proyecto y a renovarlo de continuo siempre en aras de esa fidelidad que se convierte en creativa.
Se puede decir que celebramos 300 años de “sabor comunitario” de “sabor de fraternidad”, que sostiene el proyecto lasaliano. Juan Bautista de La Salle creyó que sólo la escuela de su tiempo sería eficaz si era sostenida y animada por una comunidad de hombres consagrados, dedicados enteramente a ella. A lo largo del tiempo ha sido la comunidad de Hermanos (en un principio) la que ha dado vida y reciedumbre al proyecto. Posteriormente, Hermanos y seglares, como comunidad lasaliana, han ido conformando el proyecto al ritmo de las necesidades de los tiempos.
Hoy, al cabo de 300 años, la fiesta que celebramos nos llama a seguir recreando la comunidad, abogar por comunidades fuertes, creadoras e innovadoras que sean protagonistas y animadoras del proyecto y le sigan dando el carácter innovador actual que le dote de fuerza y camino de futuro.
Trescientos años encierran también un compromiso generoso, en Hermanos y Lasalianos, por seguir dando vida al Proyecto Lasaliano. Sin ese compromiso real, por encima de vicisitudes que entrañaban en algunos casos, riesgos de desaparición del Instituto lasaliano, supieron resurgir en medio de la dificultad gracias a la fuerza de la Comunidad o al testimonio de fidelidad personal en el compromiso de respuesta a la vocación lasaliana recibida como don de Dios para los demás.
Un Proyecto que hoy se descubre heredero de la modernidad del siglo XVIII, pero que ha ido modificando sus claves para responder a las necesidades de los niños y jóvenes de cada época. Se puede hablar de innovación, de creatividad, de centrarse en la persona y sus necesidades, de desplegar gracias a la formación de sus agentes los educadores, capacidades dormidas o enclaustradas en el fondo de las personas. Ha sido un recorrido de 300 años, largo y fecundo, doloroso y rico en matices que hoy podemos seguir saboreando y recreando.
Y, por supuesto, el Proyecto Lasaliano ha estado atento desde sus comienzos a ser fiel a su fuente: el Evangelio de Jesús. Fue concebida la escuela como un lugar donde lo humano y lo cristiano fuesen uno, donde se hermanaran de tal manera que se dieran la mano y se potenciaran. Un lugar donde la evangelización fuese centro y referencia ineludible.
Del mismo modo, todos los que “Somos La Salle”: Hermanos, Asociados, lasalianos (profesores, educadores, PAS, familias, alumnos,…), nos sentimos envueltos, en esta celebración de ese modo de ser y hacer que nos mueve a ser fraternos, a comprometernos con el otro, especialmente con el que más lo necesita, que nos llama al encuentro con el Dios de la vida, que nos llama a abrirnos a descubrir qué llamadas nos hace, y que nos hace ser y sentirnos constructores de esta historia lasaliana que dibuja esperanza y rasgos de un posible mundo mejor para todos, ese que Jesús llamó Reino de Dios.
Todos y cada uno de los que formamos esta historia y esta familia nos sentimos pertenecientes (parte de) y protagonistas de este ayer, de nuestro hoy y del futuro que podamos construir juntos.
En este sentido, a lo largo de este año celebraremos acontecimientos como la I AMEL de la RELEM, además de otros acontecimientos, y el año 2019 ha sido declarado en todo el Instituto como el año de las vocaciones lasalianas. Se trata de caer en la cuenta de que todos los que participamos en el proyecto lasaliano, lo hacemos porque hemos sido llamados a recrear esta pequeña parcela del Evangelio desde un carisma especifico. Desde la consideración de sentirnos llamados, desplegamos toda la fuerza que tiene la llamada para afianzar la vocación lasaliana, tanto de seglares como de Hermanos y compartir sus riquezas en un compromiso común.
Se trata de dedicar una atención especial a profundizar las riquezas de nuestra vocación y de las diferentes vocaciones, valorando especialmente las lasalianas; conocerlas, para descubrir las formas diversas de responder a la misión, ofertar medios para una mejor respuesta personal a la llamada que hace Dios a vivir la vida como vocación y a desarrollar todo lo que supone una cultura vocacional en el seno de nuestras instituciones educativas y sociales.
Hoy, como ayer, la escuela lasaliana con su PL se declara continuadora de aquel proyecto primero que nació con SJBS desde 1680 y al cual entregó su vida hasta 1719. Si SJBS fue desgranando su vida, quemando en el surco sus fuerzas por un proyecto de educación humana y cristiana, es que mereció la pena en su tiempo y sigue mereciéndola en el hoy de nuestra sociedad, 300 años después.
Por todo ello, en referencia a nuestro fundador San Juan Bautista De La Salle, a tantos Hermanos y lasalianos que dejaron la vida por dibujar esta historia fecunda y activa, podemos decir que, desde lo más profundo de nosotros nos sentimos y nos comprometemos con ellos a seguir llevando esta nave para bien y beneficio de tantos, allá donde Dios nos vaya guiando. Podemos decir con convicción y firmeza que nos sentimos y “Somos La Salle”.
Junto a nuestro lema, tenemos en cuenta también la propuesta que el centro del Instituto nos propone a todos los lasalianos del mundo al rememorar esta celebración, plasmada en un lema: “La Salle: un corazón, un compromiso, una vida.” En las palabras de la comisión preparatoria del Instituto:
Nos devuelve a la más pura realidad de hoy, al captar lo que encierra la figura y la obra de SJBS desde hace ya 300 años:
- Un corazón: “nos recuerda que, como educadores, tenemos la responsabilidad de mover el corazón de los niños. Y que, al igual que los primeros Hermanos, somos comunidades de educadores asociados de corazón”.
- Un compromiso: “que renueva nuestra llamada a proporcionar una educación humana y cristiana a los pobres, a los jóvenes y adultos confiados a nuestro cuidado y a tratar de ser buenos educadores en todo lo que hagamos”.
- Una vida: “que expresa nuestra esperanza en el futuro de la misión lasaliana y hace evocar cómo debemos seguir los pasos de JBS, respondiendo a los llamamientos de Dios en nuestra vida, como lo hizo JBS en su época”.
Creemos interesante, en esta línea trabajar, a lo largo del año, nuestros tres núcleos temáticos esenciales: Fe, Fraternidad y Servicio. Y dar importancia a cada uno, de modo especial, a lo largo de un trimestre.
Sintiendo que “Somos La Salle”, comprometiéndonos como lasalianos con el proyecto de Dios a través de La Salle, recordando los 300 años aquel acontecimiento de la muerte de Juan Bautista De La Salle, esperamos decir, juntos como él y con él: “Adoramos en todo la voluntad del Señor en nuestra vida.”